sábado, 25 de abril de 2009

DÉJAME ENTRAR

“¿Puedo entrar? Dime que puedo entrar”. Con estas palabras, el terror pide permiso para acceder a tu habitación, a tu vida, a tus recuerdos. Si no lo pide, las consecuencias pueden ser terribles para él. ¿Dejarás que entre?
Etiquetar Déjame entrar como una novela de vampiros sin más sería quedarse un poco cortos. Su autor, el sueco John Ajvide Lindqvist, decidió ambientar la historia en una pequeña localidad de su país natal. Acaban de empezar los años 80 en Blackeberg, población levantada unos pocos años atrás, sin apenas historia ni tradición a sus espaldas. Un lugar tranquilo rodeado por profundos bosques que está a punto de cobijar a unos personajes que alterarán por completo su tranquilo modo de vida.
Al margen de unos asesinatos que empiezan a inquietar a la comunidad, acompañamos a Oskar en su solitaria vida en casa y en el colegio. Acaba de entrar en la adolescencia y su carácter y un ligero sobrepeso lo convierten en el blanco de todas las burlas. Al principio, sus inquietudes giran en torno a su inseguridad y a ocultar cosas como esa “bola de pis” suya, una esponja agujereada con la que trata de contener sus preocupantes pérdidas de orina. Entonces entra en su vida Eli, una niña de unos doce años que vive en la casa de al lado, encerrada a cal y canto con un individuo mayor, posiblemente su padre, que parece incapaz de controlar sus escarceos con el alcohol y los niños.
Poco a poco, ambos empiezan a conocerse en un parque cercano a sus casas, siempre al caer la noche. Pronto, la amistad parece tornarse en algo más. Oskar no puede evitar sorprenderse ante esa niña que piensa y actúa como si fuera mucho más mayor de lo que aparenta. También le llama la atención su mal olor corporal (que poco después corrige para agradar a Oskar) y el hecho de que unos días tenga el aspecto de una persona enferma y al día siguiente reaparezca lozana y llena de energía.

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